Cuando comienza un nuevo año siempre deseo que las personas a mi alrededor tengan un buen año y así se los hago saber.
Si te digo “¡Feliz 2015!”, por obvio que sea, estoy expresando un deseo.
Esta vez quiero comunicar algo diferente:
No quiero desearte que tengas un buen año…
quiero pedirte que tengas un buen año.
Lo tengo que practicar porque todavía sueno un poco raro al pronunciarlo. Sin embargo, definitivamente es lo que quiero decirte en esta época… y te diré por qué.
No sé si a ti te esté pasando lo mismo pero, a donde sea que miro, percibo un periodo saturado de retos y desafíos en todos los ámbitos. La política, la economía, la sociedad en general están dando señales de que algo grande tiene que pasar.
¿Qué puede pasar? Vaya, sin ser un experto en las materias se me ocurren diversas posibilidades… pero, si lo piensas, es lo de menos.
No nos hace falta ser profetas o jugar a Nostradamus. Sea lo que sea que se esté cocinando en el mundo -algo global o local, gradual o sorpresivo, prematuro o tardío- nuestra tarea es estar preparados tanto como nos sea posible para ser parte de ello (y no ser sólo espectadores o, peor, meras víctimas).
Por eso lo digo otra vez (y así lo practico un poco más):
No quiero desearte que tengas un buen año…
quiero pedirte que tengas un buen año.
Aprende lo que creas que te hace falta aprender.
Desarrolla las habilidades que pienses que no tienes.
Optimiza lo que ya sabes hacer.
Prepárate.
Por favor, ten un buen año.
Es tu responsabilidad.
Te mando un abrazo afectuoso.
Omar Fuentes.