¿Para qué querrías aprender karate?

by Omar Fuentes

De niño, yo quería aprender karate. No sé bien por qué. Quizás intuía que mi volumen corporal no me alcanzaría para defenderme con eficiencia ante el no tan improbable caso de sufrir un abuso por parte de mis pares en la escuela.

Y, tal vez precisamente por eso, la película “Karate Kid” causó un gran impacto en mí. (Nota para los párvulos: me refiero a la cinta de los 80… del siglo pasado… ¿de acuerdo?)

La historia trata sobre un muchacho llamado Daniel -que más tarde adquiriría el sufijo artístico de “San”- y de su entrenamiento en dicha disciplina impartido por el carismático Sr. Miyagi bajo una filosofía de tipo más bien reactiva: el karate sirve para defenderse.

Sin embargo, por el otro lado, la trama nos mostraba también la perspectiva opuesta, encarnada en un güerito musculoso llamado Johnny que era adiestrado en el arte marcial bajo una premisa más bien de tipo proactiva: el karate sirve para atacar.

Naturalmente, Daniel y Johnny estaban destinados desde el inicio de la película a convertirse en los acérrimos rivales que chocarían fuerzas y estilos en el combate final de la competencia de karate.

¿Cuál es el mejor karate: el que prioriza el ataque o el que prefiere la defensa? Realmente, no lo sé. En el largometraje queda claro que Daniel-San le gana a Johnny el combate final, recibe el trofeo y se queda con la chica… (¡Ups! Ya conté el impredecible e inusitado final… ¡lo siento!…) Con todo y eso, sin saber mucho de karate, me atrevo a sospechar que éstos son elementos que se complementan y que no se excluyen.

De cualquier manera, el punto relevante para ti y para mí no es tanto el karate como lo que a partir de éste inferí acerca del lenguaje y de su relación con el pensamiento crítico algunos años después. Por supuesto, esta inferencia tiene que ver con las dos concepciones expuestas, la del ataque y la de la defensa -… y no necesariamente con el trofeo y con la chica.

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Un ejemplo: El Meta Modelo de la PNL

Cuando una persona aprende algo acerca del modo en el que el lenguaje funciona en la mente de las personas, en gran medida aprende a atacar.

Por ejemplo: toma a un puñado de personas que hayan leído un libro “clásico” o tomado un curso “clásico” de Programación Neuro-Lingüística (en este caso, “clásico” es un eufemismo para decir “de muy mala calidad y obsoleto”).

En algún momento aprendieron algo que se llama Meta Modelo (no te preocupes si no sabes qué es eso; con lo que explicaré a continuación bastará para que entiendas el punto). Les enseñaron que éste no era más que una letanía de preguntas para “obtener información de la estructura profunda” (o algo parecido); lamentablemente, no les enseñaron cómo emplear esas preguntas adecuadamente, cuándo utilizarlas, cuándo no y, lo más importante, para qué sirve realmente el famoso Meta Modelo.

¿Cuál es el resultado “clásico”? Que los lectores/alumnos se convierten en Meta Monstruos: como se aprenden de memoria una o dos preguntas para cada enunciado que salga de tu boca, es virtualmente imposible mantener una conversación fluida sin que el meta monstruo te ametralle sin piedad… y sin caso alguno, por supuesto. El chiste es preguntar y preguntar sin siquiera razonar, como si con cada signo de interrogación oral fuera cambiando de a poco su todavía diminuto e inmaduro universo PNLero. Cuando se quedan sin amigos y sin perro que les mueva la cola, hacen a un lado su recién adquirida “habilidad” sólo para aprender otra similar.

Hablando de comportamientos caninos, Richard Bandler (uno de los dos personajes que crearon el campo llamado Programación Neuro-Lingüística y un verdadero genio para hacer preguntas realmente útiles) suele decir que la gente solamente aprende a ladrar preguntas cuando les enseñan el Meta Modelo.

Por supuesto, he elegido un ejemplo que conozco bien pero lo hago únicamente como referencia de algo que ocurre en una buena cantidad de disciplinas y conextos: el aprendiz aprende algo acerca del lenguaje y es como si esto significara necesariamente estar preparado para atacar.

A pesar de mi tono, tal vez por momentos agresivo, debo decir que esto no ocurre obligatoriamente bajo la sombra de una mala intención; de hecho, hay veces que es tan laudable como el mero propósito de practicar lo aprendido. También ocurre que, como Johnny -el arquetípico rival de Daniel-San- muchas personas aprendieron a atacar con las habilidades que desarrollaron simplemente porque así fueron adiestradas, porque no les enseñaron a hacer algo diferente y porque tampoco pudieron encontrar una vereda distinta por sí mismos.

Hasta aquí, este tipo de personas asume que solamente se puede atacar. Esto es falso, por supuesto. Por eso hay que darle una oportunidad también al Sr. Miyagi…

Lenguaje y Pensamiento Crítico

Justo como lo explicaba en el apartado anterior, tan pronto comencé a aprender mis primeros trucos lingüísticos quise practicarlos 16 horas al día.

En mi caso, no fue el Meta Modelo lo primero que comprendí; fue sólo un segmento del mismo: las presuposiciones. No importa si no sabes a lo que me refiero; basta decir que se trata de una herramienta lingüística mucho más elusiva: a diferencia de las preguntas, que son explícitas, estos patrones lingüísticos están implícitos en las estructuras lingüísticas cotidianas.

Como dije, practicaba todo el día. En serio. Y como eso no me parecía suficiente, además retaqué varios cuadernos con todos los ejemplos que se me pudieron ocurrir y que pude rescatar de mis experiencias diarias. Obsesivo, ¿yooooo? Para nada…

Con toda esa compulsiva práctica me percaté de algo esencial: además de volverme hábil utilizando las presuposiciones (léase, atacando con las presuposiciones), me volví extremadamente perceptivo para detectarlas en la comunicación de los demás.

Éste es el principio de la defensa:

Hay algo que detectas en la conducta del otro hacia ti que amerita una reacción correspondiente de tu parte.

Específicamente hablando del lenguaje (conducta humana por excelencia), enunciaré una hipótesis para nosotros familiar y que resulta altamente reveladora para explicar el tema que aquí nos interesa:

El lenguaje que utilizamos en un momento dado no es arbitrario; es más bien un reflejo de lo que ahí estamos razonando, correcta o incorrectamente.

Con estas piezas ya podemos dar los primeros pasos hacia la relación entre el lenguaje y el pensamiento crítico:

Todo lo que detectas en el lenguaje -de tu interlocutor y en el propio- es potencialmente una puerta de entrada hacia el razonamiento; por ello, a través de estas habilidades puedes elaborar un cuestionamiento crítico que conduzca hacia razonamientos de mayor utilidad y calidad.

Así, opino que el objetivo de tu desarrollo lingüístico no se trata solamente de comunicarte mejor, de persuadir mejor, de negociar mejor… para mí, el objetivo último de tu desarrollo lingüístico es que te conviertas en una persona más inteligente.

¿Por qué utilicé el adverbio “potencialmente” hace un instante? Porque el hecho de que puedas detectar algo en el lenguaje no significa necesariamente que sepas utilizarlo como una puerta hacia el razonamiento.

Justamente eso es lo que voy a mostrarte en los próximos artículos de esta serie. Prometo solemnemente que no voy a pedirte que pintes cercas, que pulas pisos y que enceres autos… bueno, al menos no literalmente.

Nos vemos en el siguiente post.

Saludos,
Omar.

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El siguiente post de la serie:

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