Medir los resultados

by Omar Fuentes

(…) Como tú, soy una apasionada del lenguaje. Sin embargo, mi andar en este camino de aprendizaje no ha sido tan divertido como el tuyo. No había encontrado respuestas sencillas a las importantes preguntas que me genera el “fenómeno lingüístico”, como tú lo llamas, hasta que leí tu libro (…)

A partir del primer capítulo de tu libro me surge una interrogante: ¿cómo puedes medir el resultado que generan las metáforas? (…)

Alejandra
Venezuela

No solamente te diré cuál es la norma en el caso de las metáforas, sino en el caso de cualquier tipo de comunicación: medir los resultados de tu comunicación implica medir la respuesta que obtienes de tus interlocutores.

Creo que, a lo largo de mi experiencia como instructor en este tema, no ha habido un tópico en el que haya sido más recalcitrante e incisivo; te lo explicaré, para seguir teniendo la reputación que has generado de mí en tu mente, de una forma en extremo simple.

  1. Si hay comunicación, entonces hay respuesta. No hay forma de que suceda de otra manera. Entonces, la pregunta no es: “¿acaso hubo respuesta?” La verdadera pregunta es: “¿eres capaz de percibir la respuesta que el otro ha producido en función de tu comunicación?”
  2. La respuesta puede ser evidente o no; sin embargo, eventualmente ésta se traduce en un conjunto de conductas. Por razones obvias, las respuestas que esperamos obtener suelen ser conductas amplias, comportamientos visibles e inequívocos; solamente recuerda que no todas las conductas tienen esta naturaleza: los pensamientos y los sentimientos también son un tipo de conductas que se manifiestan sutilmente -a veces invisiblemente- como respuesta a un mensaje.
  3. Siempre piensa en la respuesta que esperas obtener cuando te comunicas. Así, diseña tu mensaje en función de dicha expectativa y ve moldeándolo en la medida en la que te acercas o alejas de ella.

Las metáforas implican un nivel diferente de comunicación, precisamente porque no sólo habrás de diseñar tu mensaje en función de la respuesta que deseas obtener sino que, además, tendrás que “esconder el árbol dentro del bosque”.

Sin embargo, en esencia se trata de lo mismo. El modo en el que yo mido el efecto de mis metáforas (y de cualquier otro mensaje) es justamente a partir de la respuesta que obtengo del otro. El caso más representativo es el de la comunicación uno a uno. Hay menos probabilidades de equivocación en la calibración de las respuestas de tu interlocutor y hay mayor oportunidad de ir ajustando tus mensajes en función de las respuestas que vas obteniendo.

Cuando estoy en frente de un público, por ejemplo, me resulta muy fácil ir calibrando las respuestas no verbales de las personas a los enunciados que voy pronunciando y, eventualmente, más sencillo cuando ya obtengo respuestas verbales de la audiencia.

El caso de un libro es distinto, por supuesto. El único modo que tengo para evaluar una porción de los resultados está determinado por las preguntas y comentarios que los distintos lectores me hacen llegar. En gran medida, es por eso que pongo todo el cuidado posible para asegurarme que el contenido del libro tiene una buena oportunidad de generar las respuestas que espero obtener, al menos en lo general.

Por otro lado y para finalizar este argumento, te lo planteo desde otra perspectiva: si quieres evaluar con mucha precisión los resultados de tu comunicación, comienza a practicar en contextos en los que la respuesta debería ser obvia. Diseña pequeños retos:

  • Quieres que tome la sopa. Diseña un mensaje en función de esta respuesta esperada. Mide los resultados: si se toma la sopa, más tarde deduce qué tanta participación tuvo tu mensaje en la obtención de dicha respuesta; si no se toma la sopa, más tarde deduce qué tanta participación tuvo tu mensaje en la obtención de esta otra respuesta y ajusta tu mensaje original en función de tu experiencia.
  • Quieres que te compre tu producto. Diseña un mensaje en función de esta respuesta esperada. Mide los resultados: si compra tu producto, más tarde deduce qué tanta participación tuvo tu mensaje en la obtención de dicha respuesta; si no compra tu producto, más tarde deduce qué tanta participación tuvo tu mensaje en la obtención de esta otra respuesta y ajusta tu mensaje original en función de tu experiencia.
  • Y así…

Última nota: la comunicación es más un arte y menos una ciencia. Cada mensaje tiene una estrecha relación con el interlocutor y las condiciones contextuales específicas en el que está inscrito. Entonces, lo que no funcionó ayer, podría funcionar hoy; lo que no funcionó con él, podría funcionar con ella; lo que funcionó aquí, podría no funcionar acá… Aquí es en donde nuestra capacidad para ajustar nuestros mensajes en función de estas variables se convierte en la esencia del arte del uso del lenguaje.

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