Más sobre el pospretérito

by Omar Fuentes

Hace algún tiempo publiqué un post en el que explicaba la magia gramatical detrás del pospretérito, específicamente en el ámbito periodístico. Lo cierto es que hay pospretéritos por todos lados (y hay veces que mis síntomas gramatico-paranoides me hacen creer que los pospretéritos me siguen).

Viajé a Sudamérica y, en el aeropuerto de Lima, me encontré con otro…

Se trata de un anuncio del banco HSBC, aludiendo a que ellos, como empresa, encuentran posibilidades.

Y aquí, mi estimado y alternativo lector, es en donde mi conveniente obsesión por los tiempos verbales entra en el juego.

Es lo de menos verificar si el 0.3% de la energía solar en la región del Sahara podría abastecer a toda Europa. De hecho, no me importa demasiado. Lo que sí me interesa es que, de poderse realizar semejante acto de alquimia energética, quizás sea necesario responder a la pregunta: “¿qué tiene que pasar para que suceda?” Sin esta respuesta, la posibilidad de transformar la energía solar del Sahara en energía eléctrica queda únicamente como un bonito deseo -y una bonita pero inservible declaración de lo que podría pasar, debo decir.

Me explico mejor:

  • ¿Podríamos tener paz mundial eterna? Sí.
  • ¿Podríamos vivir una tercera guerra mundial? Sí.
  • ¿Podríamos seguir como estamos? ¡También!

Para que los tres escenarios coexistan en el momento actual, la clave está en el tiempo verbal.

El pospretérito, como te decía en el artículo anterior, tiene la virtud lingüística de implicar una condición necesaria (de la cual no necesariamente sabemos algo) para que lo expresado suceda.

Como estamos estableciendo un futuro condicionado, gramáticalmente cualquier posibilidad es aceptable (independientemente de su grado de probabilidad). En otras palabras, cuando utilizamos el pospretérito podemos establecer cuantos futuros alternativos se nos vengan en gana.

Así, la interpretación semántica de los enunciados anteriores suele ocurrir del siguiente modo:

  • ¿Podríamos tener paz mundial eterna? Sí… (siempre y cuando suceda o no X…)
  • ¿Podríamos tener una tercera guerra mundial? Sí… (siempre y cuando suceda o no Y…)
  • ¿Podríamos seguir como estamos? ¡También!… (siempre y cuando suceda o no Z…)

Si en un acto de rebeldía bancaria llegamos con el Sr. HSBC y le decimos: “Oiga, apreciable Don HSBC, ¿por qué no comienza a transformar la energía solar del Sahara para abastecer a toda Europa con tan sólo el 0.3% de la misma?”, el mentado muy fácilmente puede responder: “Momento, apreciables clientes potenciales y amantes de la naturaleza. Yo solamente dije que se podría abastecer a toda Europa… ¡no dije que supiéramos cómo hacerlo! En HSBC encontramos posibilidades… nomás eso.”

Con esto, es una práctica común que las personas utilicemos el pospretérito cuando no tenemos la certeza de algo acerca del futuro y aún deseamos comunicarlo sin necesariamente asumir la responsabilidad de haberlo dicho. Es una forma lingüística sencilla para “vacunar” posibles objeciones.

De este modo, puedo establecer sin temor a equivocarme que yo podría ser diputado federal. ¿A poco no?

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