“El multifacético pedo”, de Sheridan

by Omar Fuentes

*** ADVERTENCIA ***
CUIDADO. LEA ANTES DE CONTINUAR.

El contenido de este artículo bien podría ser la génesis de un trauma lingüístico en mis lectores con susceptibilidad vulnerable. Si ud., respetable lector, considera que el uso de palabras malsonantes es un acto malsonante, le recomiendo detener su lectura aquí mismo… ¿ya no está leyendo? Porque si lo está haciendo, acepta tácitamente que la intención de esta publicación se reduce a explorar el aspecto semántico y pragmático de la palabra pedo sin la pretensión de lastimar o herir pudores o éticas férreas.

*** FIN DE LA ADVERTENCIA ***

El pasado 9 de marzo, el maestro Sheridan publicó en su blog un artículo titulado “El multifacético pedo”, en el que hace referencia justamente a la a veces fétida uterancia y gaseosa locución tan empleada por los mexicanos.

Haciendo caso a su recomendación:

(…) que algo tan desagradable como un pedo se encuentre tan preñado de usos, y atruene con tal asiduidad en la conversación cotidiana de México, obliga a que, superados los pudores, enfrentemos el asunto con profesional determinación y científica templanza.

Lo que nos ofrece la Real Academia de la Lengua Española es, por decirlo analógicamente, un apenas audible suspiro semántico:

(Del lat. pedĭtum).
1.
m. Ventosidad que se expele del vientre por el ano.
2.
m. vulg. borrachera (‖ efecto de emborracharse). Agarrarse un buen pedo.
3.
m. El Salv. y Méx. fiesta (‖ reunión para divertirse).
4.
adj. vulg. Ebrio, bajo los efectos del alcohol o de otra droga. Volvió de la fiesta pedo perdido.

Al rescate de nuestra imperiosa investigación llega la Academia Mexicana de la Lengua (¿me creerás que hay quienes no saben que este organismo existe?) con un conjunto de definiciones más sonoras y olientes -en lo semántico- y más de uso -en lo pragmático-:

pedo (Quizá del español antiguo bebdo, bébedo ‘bebido, casi embriagado’, participio pasivo de beber, o del español pedo ‘gas intestinal que se expele por el ano’, posiblemente por alusión al mal olor del ebrio.), peda. adj. Borracho. || pedo. m. Borrachera. || pedo de monja. (Traducción del francés pet-de-nonne.) m. Golosina esponjosa hecha de masa de harina de trigo. | bien pedo. loc. Muy borracho. || echar de pedos. loc. Regañar, reconvenir. || ponerse alguien pedo, o ponerse alguien un pedo. locs. Emborracharse. || sólo pedo o dormido no se siente lo jodido. ref. Uno sufre siempre de lo que lo atormenta, excepto cuando está borracho o cuando duerme. Estas voces son malsonantes.

A continuación, reproduzco el comentario del maestro Sheridan:

Sí, es encomiable la meticulosidad con que la Academia puntualiza que el tal “gas que se expele por el ano” es de naturaleza intestinal, cosa que subrayamos precautoriamente, con no más propósito que el de alejar la ansiedad que a algún lector puntilloso podría causarle la amenaza de que un gas expelido por el ano podría tener origen en sitio distinto al intestino, por ejemplo, un gas cerebral o pancreático, algo que, hasta donde se sabe, no existe, por lo menos entre gente humana. (Tampoco se puede dejar sin encomio que la Academia apunte que se trata de voces “malsonantes”, como si tuviera el pedo la opción de afinarse como un clavecín; ni que ese adjetivo sea perfecto ejemplo de la sutil sinestesia.)

Es entonces cuando Sheridan propone una lista de definiciones pragmáticas, todas ellas precisas y con sobrada descripción, para cultivar nuestra lingüística curiosidad. Para los mexicanos, éste es un intento llevado a buen término de formalizar todos nuestros pedos; para los extranjeros, ésta es una guía ineludible para su correcto desempeño lingüístico en México y sin pedos:

Sosegada esa duda, reconocemos que los localismos anotados por la Academia se encuentran lejos de agotar su proliferación. ¿Obedecerá acaso a la resistencia de los académicos a mostrarse más duchos en el manejo, disección y anatomía de una voz canalla y de tan baja ralea (lo que quizás alguno quiso disimular con lo del “pedo de monja”, pastelera y simpática metáfora, pero remota del segmento de realidad que nos corresponde)? Discrepo, pues, a fe mía, el asunto no sólo debería haberse enfrentado con soltura lingüística, sino aún en sesión pública y solemne, y en el Palacio de Bellas Artes por lo menos, previa invitación al pueblo, para su ilustración, solaz y esparcimiento, y de ese modo aprovechar su popular sabiduría con objeto de amaestrar de una buena vez esta voz que de tantas y tan variadas maneras se ha convertido en depositaria milusos del carácter de este pueblo tan nuestro, centenario, bicentenario y –digámoslo de una vez– eterno.

Agreguemos pues, a los ya anotados por la Academia –aunque sin pretender agotarlos–, otros usos de esta voz proliferante que se expelen en cualquier esquina sin diferencia de edades, género, condición social, convicción política, raza o religión:

¿Qué pedo? Es un saludo, equivale a ¿qué hay de nuevo?
¡Qué pedooooooo! Expresa incredulidad, susto o asombro.
Qué pedooooooooooooooo, güey. Invitación al pugilato.
¿Cuál es tu pedo? Se pide a alguien que manifieste sinceramente el carácter profundo
de sus intenciones.
Ya no sé ni qué pedo. Es expresión de angustia existencial en el dicente.
Ojalá, porque si no sería un pedo. Es decir, sería un problema de laboriosa resolución.
Te voy a decir cómo está el pedo. Prolegómeno para explicar a alguien la manera de proceder ante una situación determinada.
Armar un pedo. Crear un alboroto.
Armar un pedote. Crear un alboroto, pero de gran tamaño.
¡Qué mal pedo! Se dice después de que alguien armó un pedo, o un pedote. Por lo general, un desenlace desfavorable.
Yo estaba en mi pedo. Significa: “yo atendía mis asuntos; yo estaba en mis cosas”.
Hacerla de pedo. Exagerar algo sin causa justificada.
Traer algún pedo. Tener algún problema.
Traer muy buen pedo. Mostrar una actitud positiva en lo general.
Este libro es buen pedo. Ejercicio sucinto de crítica literaria.
Iba hecho pedo. Es decir, se trasladaba a exceso de velocidad.
Se le atravesó un pedo. Cuando todo iba bien, apareció un obstáculo.
Luego de echarte todo el pedo. Dícese de algo que sucede cuando, luego de agotar un trámite cualquiera (sobre todo de carácter burocrático), una dificultad completamente imprevista hace su melodramática aparición.
Ése es el pedo. Puntualización necesaria en el desarrollo de un argumento.
Ahí está el pedo. Ubicación exacta del meollo de un tópico cualquiera.
Esto y lo otro y todo el pedo. Cuando un testimonio es de larga enumeración, se dice así para abarcar la sobreentendida totalidad de sus circunstancias (equivale a etcétera).
Cuando acabes tu pedo. O sea: una vez terminadas tus tareas.
Ponerse al pedo. Adoptar una actitud beligerante ante el pedo de otro.
Le cantó el pedo. Le provocó, le incitó a liarse a golpes.
Tíranos un pedo, mamacita. Atenta solicitud de cariño a una dama que se ha quitado la ropa en un escenario frente a un público varonil.

A todo lo anterior habría que agregar, naturalmente, muchas otras voces malsonantes derivadas del sustantivo que a todos nos atañe. No es ocasión de hacerlo y carecemos del espacio necesario. Baste, a guisa de ejemplo, anotar un uso particularmente actual, gracias a la intensa vida política y social del país: el adjetivo pedero.

Pedero. Alguien (que puede estar pedo) siempre dispuesto a sumarse a un alboroto previo (es decir a un pedo) creado por otra persona (otro pedero, que puede también estar pedo). P. Ej.:

–¿Kestrá psandoai?
–Nsé. Gun pedo.
–Amos.

PD. He sido cuidadoso al titular este artículo. ““El multifacético pedo”, de Sheridan“, por supuesto, comunica al lector que haré alusión al artículo titulado “El multifacético pedo”, escrito por Guillermo Sheridan. Y lo hice. Sin embargo, la ambigüedad, siempre presente y siempre elocuente, nos avisa que quizás abordaré las múltiples caras del pedo de Sheridan. Y eso también lo hice.

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