Causalidad vs. Correlación – Primera Parte

by Omar Fuentes

Desde que somos pequeños aprendemos a establecer relaciones entre los eventos que percibimos. No es que la relación exista en la realidad, de hecho; solamente la encontramos y comenzamos a creer en ella.

Me explico:

Un niño acerca su mano a la flama de una vela y se quema. Es muy fácil para él encontrar una relación entre estos dos episodios. Seguramente, él mismo es capaz de establecer la relación entre fuego-quemadura sin la necesidad de un adulto.

Un niño camina descalzo; al día siguiente, enferma de gripe. También es sencillo encontrar una relación entre estos dos eventos. Si el niño no ha sido capaz de establecer la relación entre estar descalzo-gripe por sí mismo, probablemente un adulto se la hará explícita.

Hasta aquí, no hay problema alguno. La habilidad de los seres humanos para establecer este tipo de relaciones es incluso un criterio para evaluar su capacidad cognitiva.

Sin embargo, también es muy fácil generalizar una relación entre dos eventos y llevarla a una causalidad.

Me explico:

Una cosa es pensar: “He caminado descalzo 3 veces y las 3 veces me he resfriado.”
Otra muy diferente, en términos del tipo de razonamiento y de su validez, es: “Si camino descalzo, me enfermo.”

En otras palabras:

Efectivamente podemos llegar a establecer (hasta con precisión estadística) que existe la relación entre andar descalzo y resfriarse. Sin embargo, eso no significa necesariamente que el haber caminado descalzo haya sido LA causa de los resfríos que ocurrieron posteriormente.

Cuando somos niños aprendemos que las causas preceden en el tiempo a los efectos. Esto, de hecho, no es del todo preciso, particularmente cuando analizamos los fenómenos a la luz del pensamiento sistémico.

Entonces, cuando ‘vemos’ relaciones entre dos fenómenos del mundo (como “andar descalzo” y “resfrío”) es muy seductora la idea de ‘encontrar’ una causalidad. Lamentablemente, esta inferencia no siempre es correcta. Y digo “lamentablemente”, porque el hecho de que no sea correcta no significa que no funcione en nuestra mente como si lo fuera.

Regresaré a esta idea en un momento más…

Mientras tanto, quizás podemos generalizar hasta aquí dos ideas fundamentales:

  • Siempre que hay causalidad, hay relación.
  • Sin embargo, no siempre que hay relación, hay causalidad.

Un corolario:

  • Podríamos establecer que, cada vez que el gallo canta, sale el sol. Esto se llama correlación.
  • Sin embargo, otra cosa es decir que el canto del gallo provoca la salida del sol. Esto se llama causalidad.
  • … y lo malo ocurre cuando alguien cree lo suficiente en esta supuesta causalidad como para organizar un culto de adoración al dios Gallo y convence a otros incautos de venerarlo… :D

¿Y a ti qué?

Cualquier persona que ayuda a otros, que negocia con otros, que se comunica con otros… tiene que lidiar, en mayor o menor medida, con este tipo de razonamientos en sus interlocutores.

Cuando tu cliente dice: “Si me das un descuento, contrato tu servicio.”
Cuando tu paciente dice: “Sólo sería feliz si él no se hubiera ido.”
Cuando tu empleado dice: “Trabajo más siempre y cuando me paguen más.”
Cuando tu hijo dice: “No puedo con las matemáticas porque soy burro.”

Todos ésos son ejemplos de causalidades altamente cuestionables. La habilidad para hacer frente a este tipo de construcciones lingüísticas comienza con la comprensión de los razonamientos que las sostienen y con tu capacidad para identificarlos.

Con eso continuaremos en el siguiente artículo de esta serie.

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