Ayer pregunté: “¿Qué hicieron de comer?” Mi esposa respondió: “Hicieron pescado, ensalada y, lo mejor, unas crujientes calabazas a la leña”.
Probablemente, para otros hubiera sido el final de la conversación.
“Momento”, dije. “¿Crujientes calabazas a la leña?”
Lo que hacen las palabras, ¿no? Se me hace que vamos a poner un restaurante.
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