Plagio

by Omar Fuentes

El periodista Roger Cohen dedicó recientemente un artículo al tema del plagio, en su columna Inteligencia del New York Times, y lo que la red de redes conlleva y facilita en este sentido. El artículo se llama “La era del plagio”.

Para ejemplificar el caso, en el artículo mencionan el reciente fenómeno de “Axolotl Roadkill”, libro de Helene Hegemann, una joven alemana de 17 años que en su obra describe las vicisitudes de los antros en Berlín. El libro se convirtió rápidamente en un best seller y en el blanco de los halagos de la crítica.

Sin embargo, también muy pronto se dieron cuenta que Helene había copiado una parte de la novela “Strobo”, de un autor bajo el nom de plume Airen. Incluyó esa parte en su libro y “olvidó” darle crédito al autor original. En mis tiempos y en mi pueblo, ese acto recibía el nombre de plagio.

Pero los tiempos han cambiado. La señorita Hegemann se defiende, según el NYT, de la siguiente manera:

Ustedes los críticos anticuados no entienden que éste es nuestro mundo, un mundo donde las cosas se roban, donde las líneas de originalidad se difuminan hasta desaparecer y parte de la razón de ser del libro era precisamente ilustrar ese punto.

Llámenme anticuado, aguafiestas, abuelo, pasadodemoda… pero a mí no me gusta ése, su mundo…

Queda muy claro que la señorita Hegemann ha causado cierto revuelo con sus declaraciones sobre la propiedad intelectual. Tanto como para aceptar que robó y, contrario a lo que en mis tiempos ocurría, no hay ley u organismo que la castigue por hacerlo.

Y eso abre la puerta a la reflexión acerca de lo que los niños están aprendiendo hoy en prácticamente cada aspecto de sus experiencias cotidianas.

Un maestro pide que escriban un ensayo acerca de X tema. Los estudiantes prenden su netbook, acceden a Wikipedia, escriben “X tema”, copian el artículo, lo pegan en una hoja de Word, añaden su nombre y listo. Ya terminaron.

No importa, por supuesto, que un buen porcentaje de la información que ofrece Wikipedia sea limitada y, en algunos casos, errónea. Tampoco importa que del otro lado del ordenador haya o no un par de neuronas conectadas que cuestionen la calidad de dicha información. La tarea es la tarea y hay que hacerla, ¿no?

Entonces el maestro les dice que quiere su opinión al respecto. Los estudiantes prenden su netbook, acceden a Google, escriben “opinión X tema”, copian la página, la pegan en una hoja de Word, añaden su nombre y listo. Ya terminaron.

No importa, naturalmente, que Google arroje resultados arbitrarios, sin clasificar la calidad o relevancia de la información indexada y sin un cerebro del otro lado que pueda hacerlo. La tarea es la tarea y hay que hacerla, ¿cierto?

Y así, la habilidad que muchos estudiantes desarrollan excepcionalmente durante las largas horas, días y años que dura la educación elemental y superior bien puede ser denominada “copy paste”.

Currículo de Pepe Pérez:

2005 – 2011
Primaria Benito Juárez – “El respeto al derecho ajeno es la paz”
Habilidades desarrolladas: Copy paste básico

2011 – 2014
Secundaria José Vasconcelos – “Por mi raza hablará el espíritu”
Habilidades desarrolladas: Copy paste avanzado

Sería estúpido (e imposible) impedir que los estudiantes hicieran uso del “copy paste”. Otro gallo cantaría si el maestro se involucrara en su aprendizaje lo suficiente como para enseñarles a utilizar la red para promover su desarrollo y no para estupidizarlos. Claro, que eso implicaría que los maestros se adaptaran a las nuevas circunstancias e hicieran su trabajo. ¿Entonces? ¿No hay solución?

Seguramente soy yo: Soy yo el que no acepta que la palabra plagio ya no significa lo que solía significar. Soy yo el que no se ha adaptado a las condiciones que actualmente ofrecen los medios electrónicos.

En un intento encomiable por adaptarme a la nueva época que estoy viviendo, quiero platicarte que el otro día se me ocurrió algo que tengo la confianza que cambiará por completo la concepción del universo. Puedo expresarlo así:

E=MC²

Por si fuera poco, es tanta la vena creativa que traigo, que hoy he compuesto una bellísima canción de mi propia inspiración para todas las mamás, en su día. Transcribo un pedacito solamente, pero bien sentido:

A ti te dedico mis besos, mi sed, mis victorias
a ti mi respeto Señora, Señora, Señora
a ti mi guerrera invensible
a ti luchadora incansable
a ti mi amiga constante de todas las horas

Muy convenientemente (y no sé si plagió la frase de algún lado), la señorita Hegemann remata su paupérrimo argumento diciendo:

De todas formas la originalidad es una cosa que no existe, sólo la autenticidad.

¿Cómo fue que de plagio nos pasamos a hablar de originalidad? Sólo ella lo sabe en su “auténtico” intento por cambiar el concepto original del que estábamos hablando.

Roger Cohen termina su artículo con una pregunta que, bajo estas nuevas reglas del juego, se vuelve absolutamente relevante y predictiva:

¿Qué pasará cuando nadie esté dispuesto a pagar para generar contenido original y no quede nada que plagiar?

Nota al pie #1: Para los que no entendieron mi sarcasmo (o para los que han vivido en una caverna), “E=MC2″ es una propuesta orginal de Albert Einstein.

Nota al pie #2: Para los que no entendieron mi sarcasmo (o para los que son demasiado jóvenes), “Señora señora” es original de Denisse de Kalafe y la grabó en su disco “Amar Es”, publicado en 1982.

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